Ante el dolor, ¿ejercicio sí o no?
Como cualquier otro profesional, los fisios también aprovechamos nuestra propia experiencia personal en la práctica clínica. Por eso, cuando pienso en la prescripción de ejercicio para personas con dolor musculoesquelético, siempre me hace acordarme de una historia de mis felices días de juventud cuando practicaba atletismo por las mañanas cinco días a la semana antes de ir al cole.
En una ocasión en particular, tuve un dolor de cuello durante toda la semana que me hacía caminar y moverme como ‘Robocop’. Pero justo dio la causalidad que ese sábado tuve que competir. ¿Cómo iba a perder la oportunidad? Así que lo di todo. Fue un ejercicio de alta intensidad y lo que sucedió fue que no tuve ningún dolor ni durante ni después de la competición. Y os juro que el campeonato no fue en Lourdes. Desde entonces, siempre he tenido la sensación de que el ejercicio de alta intensidad puede ser una opción de tratamiento útil para las personas con dolor.
Sin embargo, dentro de la literatura, se ha prestado escasa atención a los detalles de la prescripción de ejercicio para el dolor musculoesquelético. En términos de los principios de FITT (Frecuencia, Intensidad, Tiempo y Tipo) hay bastantes estudios que analizan el tipo, comparando un tipo de ejercicio con otro, pero muy poco investigando los otros componentes.
Sólo he podido encontrar un estudio que haya considerado la intensidad de manera explícita. El estudio sugería una curva en forma de U en la que los que realizaban cantidades muy bajas de actividad de baja intensidad y cantidades muy altas de actividad de alta intensidad estaban en mayor riesgo de dolor de espalda. Me sorprendió la falta de orientación en la literatura sobre la intensidad, especialmente teniendo en cuenta que el ejercicio es una característica habitual del control del dolor.
Seguí buscando estudios relacionados con la intensidad y finalmente encontré uno de Suzanne McDonough de la Universidad de Ulster junto con unos colaboradores de la Universidad de Teesside (Ryan et al., 2017).
El estudio usaba como muestra a más de 4000 personas a las que se les midió objetivamente su actividad física utilizando un acelerómetro. Se aplicó un enfoque estadístico relativamente nuevo a los datos llamados sustitución isotemporal. Este enfoque provino del campo de la dietética, donde se ha utilizado para investigar los efectos en la salud de reemplazar un tipo de alimento por otro. Los científicos en el campo de la actividad física han comenzado a utilizar este enfoque para explorar cuál es el efecto de reemplazar un tipo de comportamiento por otro: por ejemplo, reemplazar 30 minutos de sesión con 30 minutos de omisión.
En el estudio que os comento, se usó como patrón cuál sería el efecto de reemplazar 10 minutos de comportamiento sedentario con 10 minutos de intensidad física leve o alta. Los modelos derivaron la relación de riesgo para cada escenario utilizando la regresión de Cox. Se estableció una reducción del riesgo relativo del 10% como el umbral mínimo clínicamente importante. Este umbral implica que por cada 10 casos con dolor musculoesquelético crónico, uno se previene debido a la exposición en cuestión. Por ejemplo, reemplazando el comportamiento sedentario con una intensidad específica de actividad. Reemplazar 10 minutos de comportamiento sedentario con 10 minutos de ejercicio de intensidad ligera no se asoció con una reducción en la prevalencia de dolor musculoesquelético.
En contraste, el reemplazo con 10 minutos de actividad de intensidad moderada a alta se asoció con una reducción relativa del 11% en la prevalencia del dolor musculoesquelético. Cuando el reemplazo aumentó a 30 minutos, hubo una reducción relativa del 29% en la prevalencia del dolor musculoesquelético.
Estos datos sugieren que alentar a las personas a ejercitarse con una intensidad ligera puede tener poco beneficio para el dolor musculoesquelético. Sin embargo, realizar cantidades relativamente pequeñas (10 minutos) de actividad de intensidad alta, o me atrevo a decirlo, lograr las recomendaciones mínimas de actividad física para adultos establecidas por el Colegio Estadounidense de Medicina del Deporte (ACSM) (es decir, 30 minutos de moderada -actividad vigorosa a diario) podría tener efectos positivos sobre el dolor musculoesquelético.
¿Qué intensidad de actividad recomienda para las personas con dolor musculoesquelético?
Existen varias limitaciones a tener en cuenta al interpretar un estudio como este. Probablemente el principal es que el trabajo es transversal. Por lo tanto, no podemos afirmar definitivamente sobre la relación existente entre ejercicio de alta intensidad y desaparición del dolor. Es posible que las personas que realizan menos actividad de intensidad moderada a alta tengan más probabilidades de desarrollar dolor musculoesquelético. Por el contrario, podría ser que las personas con dolor musculoesquelético tuvieran menos probabilidades de desarrollar actividad de intensidad moderada a alta. Sin embargo, a pesar de sus limitaciones, los hallazgos plantean una pregunta interesante y clínicamente relevante: ¿qué deberíamos recomendar a nuestros pacientes con respecto a la intensidad de la actividad física?
Estoy seguro de que muchos de nosotros fomentamos el ejercicio, pero ¿es eso lo suficientemente específico? Normalmente fomentamos el ejercicio suave, pero ¿eso sugiere un ejercicio de baja intensidad y potencialmente poco beneficioso? Creo que nuestro trabajo refuerza que, al menos, deberíamos alentar a nuestros pacientes con dolor musculoesquelético a que realicen los 30 minutos recomendados de actividad física moderada a vigorosa por día, para obtener beneficios directos para su condición y todos los demás beneficios potenciales de ejercicio. Además, creo que nuestro trabajo destaca la necesidad de una mejor investigación en el campo de la intensidad del ejercicio para orientar las recomendaciones de prescripción de ejercicio clínico para las personas con dolor musculoesquelético.